jueves, 15 de abril de 2021

VUELVO A LA CARGA

 


Disculpen, o disculpad, por esta ausencia. Pero eso de la libertad de expresión en este país llamado España es un lujo que se permiten cuatro o cinco, y están todos, curiosamente, en los partidos políticos que mandan. Algo que se acentúa más si vives hablas de lo que pasa en mi provincia y su capital, Ávila. Ahora es extraño, porque desde que los caciques que llevaban 30 años en la capital perdieron, no podía escribir. Ahora vamos a ver. 
Cuán peligroso es, en estos tiempos, decir lo que se piensa. Pero es peligroso si se hace de manera correcta. Me explico. Sin insultos, sin palabras mal son antes. 
Porque si eliges tacos, palabrotas y esos vocablos, se quedan con eso y te sueltan eso de "con esas palabras pierdes la razón"; y estupideces similares. Las cuales se sueltan desde bocas y teclados de mente cortita y de neurona vaga. Simplemente porque si se tiene razón, se tiene. 
Puede estar expresada de manera soez, burda, violenta o incluso de difícil lectura. Pero eso no quita razón alguna si lo que se expresa es verdad o, como se dice, tiene razón. 
Además, hay veces, que lo que el aludido, o seguidores ciegos de neuronas vagas del mismo, dicen que es un insulto, puede ser una simple descripción de las capacidades mentales, intelectuales, cognitivas o de sus actos por medio de palabras rápidas y directas. 
Pongo ejemplos. 
Tonto, es el que hace tonterías. 
Anormal, es alguien que no es normal, que hace algo que no es normal o situación que no es normal (el A de antes de normal significa no). 
Subnormal, es alguien o algo que, por capacidades mentales o físicas, se queda por debajo del baremo de lo que se considera normal. 
Gilipollas, es, simplemente, el que hace gilipolleces. 
Y así podría seguir con las descripciones. Pero no lo voy a hacer. En caso de que alguno quiera aprender definiciones, en caso de duda, o por querer saber más del idioma castellano (de esta última excluyo a podemitas y separatas por si les entra una hernia cerebral), aconsejo utilizar el libro ese que se llama diccionario. Es mucho más bonito y gratificante que buscarlo en "San Guguel", que a veces miente, y además de estar descritas ese tipo de palabras que he dicho, hay otras muchas más que son muy interesantes. 
Pero hoy, no sé el porqué; pudiera ser porque no aguanto la estupidez humana (humana no digo humano porque estupidez es un sustantivo femenino y humana, en este caso, hace de adjetivo, lo digo para los enanos mentales del lenguaje inclusivo), también pudiera ser porque no soporto, de hecho tengo mucho asco a la gente con el alma negra, que Dios me libre de creerme juez de la modalidad, mala, prepotente, que por no sé qué absurda razón, se creen más que los demás por abolengo, sangre o familia, muy típico en sitios caciquiles y en políticos de caciquil mentalidad que cuando no ganan unas elecciones piensan que es que el populacho no es digno de su persona. O los peores, esos que a estos de alta cuna, babosos acercan la parte más carnosa y exterior de la boca, a ese sitio del cuerpo del cacique, donde la espalda pierde su casto nombre. Es por ello que me vienen ahora mismo muchas de esas palabras, y creo que ahora no es cuando debo de escribirlas. 
Por ello, pues espero que la libertad de expresión, siempre que no sea delito según las leyes, no según los enanos mentales que tiene la piel fina y son censores que se creen dioses de la sociedad, muchos aglutinados en grupos, no califico que lo he prometido, que son como policías políticos para poner cadenas al libre pensamiento. 
Y creo que para este regreso está bien, no por mí, sino por quienes leen este blog, que es bueno que no se saturan, para poder seguir escribiendo, hasta que los pieles finas me la líen de nuevo. 
A más ver, o mejor dicho a más leer.